Oraciones diversas, Consagraciones y Exorcismos
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Oración y Exorcismo del Arcángel San Miguel
Entregada al Papa León XIII
Exactamente 33 años antes del Milagro del Sol en Fátima, es decir, el 13 de octubre de 1884, el Papa León XIII tuvo una visión extraordinaria mientras celebraba una Misa. Permaneció allí unos 10 minutos como en trance, con el rostro pálido y grisáceo. Luego fue a su estudio y compuso una oración a San Miguel Arcángel:
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla; sé nuestra protección contra la maldad y las asechanzas del demonio. Que Dios le reprenda, te lo rogamos humildemente, y tú, oh príncipe de las huestes celestiales, con el poder de Dios, arroja al infierno a Satanás y a todos los demás espíritus malignos, que merodean por el mundo, buscando la ruina de las almas. Amén.
Cuando le preguntaron qué había ocurrido, explicó que había oído dos voces que venían de la dirección del tabernáculo. Una voz era suave y la otra áspera y dura. Oyó la siguiente conversación:
La voz de Satanás se jactaba con su orgullo ante nuestro Señor: "Puedo destruir Tu Iglesia".
La voz suave del Señor: "¿Puedes? Pues ve y hazlo".
Satanás: "Para hacerlo, necesito más tiempo y poder".
Nuestro Señor: "¿Cuánto tiempo? ¿Cuánto poder?"
Satanás: "Entre 75 y 100 años, y más poder sobre los que se sometan a mi servicio".
Nuestro Señor: "Te doy este tiempo y este poder".
Uno de los primeros cambios del Concilio Vaticano II, fue la supresión de la oración a San Miguel Arcángel en 1964. Era el año 80 del demonio.
Llamamiento de la Virgen
Después de mi Rosario, debéis rezar la oración de combate de nuestro Príncipe y su exorcismo, entregada al Papa León XIII, pidiendo el derrumbamiento de los planes de mi adversario y de sus huestes del mal. No olvidéis que está a punto de revelarse a la humanidad y que su aparición traerá muchos sufrimientos.
Exorcismo de San Miguel Arcángel
(versión larga)
En el Nombre del Padre, y del Hijo ♱ y del Espíritu Santo. Amén.
Oh Glorioso Príncipe de las huestes celestiales, San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla y en la terrible guerra que estamos librando contra los principados y las potestades, contra los gobernantes de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos. Ven en ayuda del hombre, a quien Dios Todopoderoso creó inmortal, hecho a Su imagen y semejanza, y redimió a un gran precio de la tiranía de Satanás.
Libra hoy la batalla del Señor, junto con los santos ángeles, como ya combatiste al jefe de los ángeles soberbios, Lucifer, y a su hueste apóstata, que fueron impotentes para resistirte, ni hubo ya lugar para ellos en el Cielo. Esa cruel y antigua serpiente, que se llama diablo o Satanás y que seduce al mundo entero, fue arrojada al abismo con sus ángeles. He aquí que este enemigo primigenio y asesino de hombres se ha armado de valor. Transformado en ángel de luz, vaga con toda la multitud de espíritus malignos, invadiendo la tierra para borrar el nombre de Dios y de Su Cristo, para apoderarse de las almas destinadas a la corona de la gloria eterna, matarlas y arrojarlas a la perdición eterna. Este malvado dragón derrama, como un torrente impuro, el veneno de su malicia sobre los hombres de mente depravada y corazón corrupto, el espíritu de la mentira, de la impiedad, de la blasfemia, y el aliento pestilente de la impureza, y de todo vicio e iniquidad.
Estos enemigos astutísimos han llenado y embriagado de hiel y amargura a la Iglesia, esposa del Cordero inmaculado, y han puesto manos impías sobre sus posesiones más sagradas. En el mismo Lugar Santo, donde se ha erigido la Sede de San Pedro y la Cátedra de la Verdad como luz del mundo, han levantado el trono de su abominable impiedad, con el inicuo designio de que, golpeado el Pastor, se dispersen las ovejas.
Levántate, pues, oh Príncipe invencible, trae ayuda contra los ataques de los espíritus extraviados al pueblo de Dios, y dale la victoria. Ellos te veneran como su protector y patrono; en ti se gloría la santa Iglesia como su defensa contra el poder malicioso del infierno; a ti ha confiado Dios las almas de los hombres para que se establezcan en la bienaventuranza celestial. Oh, rogad al Dios de la paz que ponga a Satanás bajo nuestros pies, tan vencido que ya no pueda mantener cautivos a los hombres ni dañar a la Iglesia. Ofrece nuestras oraciones a los ojos del Altísimo, para que encuentren pronto misericordia a los ojos del Señor; y venciendo al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, hazle de nuevo cautivo en el abismo, para que no pueda seducir más a las naciones. Amén.
V. Contemplad la Cruz del Señor; dispersaos poderes hostiles.
R. Ha vencido el León de la tribu de Judá, la raíz de David.
V. Sean sobre nosotros tus misericordias, Señor.
R. Como hemos esperado en Ti.
V. Señor, escucha mi oración.
R. Y deja que mi clamor llegue hasta Ti.
Oremos.
Oh Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, invocamos tu santo Nombre y, como suplicantes, imploramos tu clemencia para que, por intercesión de María, siempre Virgen Inmaculada y Madre nuestra, y del glorioso San Miguel Arcángel, te dignes ayudarnos contra Satanás y todos los demás espíritus inmundos que vagan por el mundo para perjuicio del género humano y ruina de las almas. Amén.
Oraciones, Consagraciones y Exorcismos
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