Mensajes a Ana en Mellatz/Goettingen, Alemania
jueves, 8 de septiembre de 2016
El nacimiento de María.
La Santísima Madre habla después de la Santa Misa Sacrificial en el Rito Tridentino según Pío V a través de Su instrumento e hija Ana, dispuesta, obediente y humilde.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo Amén. Hoy, 8 de septiembre de 2016, Fiesta de la Natividad de la Virgen, hemos celebrado reverentemente la Fiesta de la Virgen en una Santa Misa de Sacrificio en el Rito Tridentino según Pío V.
Qué gran fiesta hemos celebrado hoy. Ciertamente, no podemos creerlo. El altar de María estaba adornado hoy con una decoración floral particularmente hermosa. El manto de la Virgen estaba adornado con muchos pequeños diamantes y perlas blancas. Los ángeles entraban y salían durante la Santa Misa Sacrificial y, sobre todo, se agrupaban en torno al altar de María.
Hoy hablará Nuestra Señora: Yo, vuestra queridísima Madre, como Reina de la Rosa de Heroldsbach y como Madre y Reina de la Victoria, hablo hoy a través de Mi dispuesta, obediente y humilde instrumento e hija Ana, que está enteramente en Mi voluntad y repite hoy sólo palabras que vienen de Mí.
Amado pequeño rebaño, amados seguidores y amados peregrinos de cerca y de lejos. Os doy la bienvenida a Mi gran fiesta. Sí, el Padre Celestial Me ha coronado como Reina del Cielo y del universo. Nací de un origen principesco, como la Madre de Dios, la más bella de todas las personas. Esta grandeza, a la que Me ha elegido el Padre Celestial, no podéis comprenderla con vuestro intelecto, porque Yo, como Receptora Inmaculada, he recibido y dado a luz al Hijo de Dios. Nací como la más pura de las puras.
Quiero transmitiros que intercedo por vosotros ante el Padre Celestial. Él me concederá esta intercesión. Me permitirá salvarte en todas las situaciones en las que te metas, si me lo pides. También soy la madre de los redimidos, el Hijo de Dios. He seguido a Mi Hijo, el Hijo de Dios, hasta debajo de la cruz. Por eso también me he convertido en la madre de todos los redimidos. La más pura de las puras te habla hoy. Conmigo tenéis un contacto constante cuando Me acogéis en vuestra vida religiosa.
Porque os amo tanto, os llevo al Padre, al Padre Celestial, a quien podéis mirar y de quien sabéis que sois amados, en el amor sobrenatural del Padre. Él te ha amado desde la eternidad, y ahora puedes mostrarle tu contraamor. Él vela por vuestro «sí, padre». Siempre seguís siendo los protegidos. En cada situación sois los elegidos que habéis seguido al Cielo y habéis asumido todas las dificultades. La gratitud es muy importante para el Padre Celestial, porque Él os ha elegido. Se os ha dado como madre porque demostráis al Padre en la Trinidad que le amáis. Por eso podéis mirar al cielo, porque sois los redimidos. Has aceptado las gracias que se te han concedido. Con alegría te encuentras con el Padre Celestial.
Cuando el Padre Celestial Me mira, ya tienes la promesa de que Él responderá a tu petición. Él mira Mis ojos deificados. Quiere llevaros a Él a través de Mí para que vosotros, amados, podáis volver a veros un día en el cielo en la gloria eterna.
A todos los redimidos y a todos los elegidos que siguen al cielo, les deseo hoy una gran alegría y grandes gracias en la fiesta de Mi nacimiento. Recibidlas, pues están destinadas a vosotros. Os amo especialmente porque os lo he pedido y nunca os dejaré solos, venga lo que venga. Amados hijos de María, os acojo bajo mi manto protector, porque allí estáis seguros y a salvo.
Así os bendigo hoy, en ésta, Mi gran Fiesta del Nacimiento, con todos los ángeles y santos, en la Trinidad, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Permanece fiel al cielo y ama a tu Madre Celestial, que siempre quiere estar a tu lado.
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