Mensajes a Ana en Mellatz/Goettingen, Alemania
domingo, 19 de junio de 2016
5º Domingo después de Pentecostés.
El Padre Celestial habla después de la Santa Misa Sacrificial Tridentina según Pío V a través de su instrumento e hija Ana, dispuesta, obediente y humilde.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo Amén. El altar del Sacrificio y también el altar de María no sólo estaban bañados de luz resplandeciente, sino que también estaban decorados con hermosas rosas, lirios y orquídeas. La Santísima Madre disfrutó de este Santo Sacrificio de la Misa, que se celebró con toda reverencia este domingo.
El Padre Celestial también hablará hoy: Yo, el Padre Celestial, hablo ahora y en este momento, a través de Mi dispuesta, obediente y humilde instrumento e hija Ana, que está completamente en Mi Voluntad y repite sólo palabras que vienen de Mí.
Amado pequeño rebaño, amados seguidores, amados peregrinos y creyentes de cerca y de lejos. Todos habéis seguido Mi llamada. Hoy, en este domingo, quisiera daros unas instrucciones especiales. Estáis llamados a dar testimonio, testimonio de la verdad, testimonio del Amor Divino.
Por vuestra compasión y misericordia, los hombres sabrán que aún hay santidad que sale de vuestros corazones y que se extiende por el mundo.
No queda nada de esta Iglesia actual. Todo fue destruido por las autoridades. Mi Santa Iglesia, la Iglesia de Mi Hijo, ha sido arrasada.
Pero he llamado a mis elegidos para que den testimonio ahora de la verdad. A través de ellos y en ellos ocurrirán milagros, que revelarán que existe un Dios Trino. Este gran Dios Trino intervendrá de forma enorme e indeciblemente masiva. No de buena gana, Mis amados hijos, intervengo; Yo, como padre, quería proteger a Mis amados hijos sacerdotes y quería conducirlos a la verdad. Pero desgraciadamente no me obedecen. Al contrario, rezad por la conversión de estos sacerdotes, porque no quieren conformarse a mi voluntad. Persiguen sus propios deseos y anhelos. Pero quiero salvarlos mediante vuestra oración, vuestra perseverancia, vuestro amor a los enemigos.
Amad a los que os persiguen, es decir, rezad por ellos, no sea que tantos sacerdotes caigan en el abismo eterno.
Te persiguen, te blasfeman, te quitan el honor, te desprecian, sí, te odian. Pero tú les bendices. Esta bendición es lo más importante para mí. Si les bendices, puedo ayudarles. A los que estén dispuestos a arrepentirse, los pondré en mis brazos y los trataré como a hijos perdidos. Feliz seré por cada sacerdote que me demuestre su conversión. Los amo a todos y hoy, este domingo, quisiera llamar a todos al arrepentimiento.
Practicad la misericordia y no despreciéis a los que os odian. No os será fácil transmitir el Amor Divino a estas personas, pues se enfrentan a un cambio. Han expulsado lo divino de sus corazones. Dicen: «Para mí existe el mundo y nada más. El Dios Trino no existe. No creo en la Trinidad. No creo en el Santo Sacramento del Altar». - Eso dicen y lo demuestran rechazando todo lo que es divino.
Mis amados hijos, Mi amado pequeño rebaño, os llamo como a los elegidos, amad a vuestros enemigos Rezad y expiad por ellos cada día mientras todos se enfrentan a la intervención masiva. Cuando se produzca la intervención, ya será demasiado tarde para ellos. Aullando y lamentándose vagarán por las calles, pero nadie podrá estar a su lado. Su propia pecaminosidad es tan grande que se dan cuenta: «Es demasiado tarde para mí. He perdido todas las gracias. He hecho oídos sordos a todos los gritos de ayuda de Mi Padre Celestial. Todo era importante para mí, excepto la divinidad. ¿Dónde me encuentro ahora, es decir, ante el juez eterno. Aquellos a quienes he perseguido, experimentarán ahora la justicia, la misericordia y el amor del Padre Celestial. Con gratitud deben presentarse ahora ante Él.
Una vez más hago un llamamiento a Mis amados hijos sacerdotes: Volveos en el último momento. Aún no es demasiado tarde. Os amo a todos y quiero abrazaros finalmente en Mis brazos amorosos. Pero vuestro arrepentimiento es necesario.
Ahora os bendigo a todos en la Trinidad a través de Mi amado Sagrado Corazón, pues este mes todos vendréis a Mi Corazón y estaréis seguros en este Corazón.
Os bendigo con todos los ángeles y santos, especialmente con vuestra queridísima madre, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Amad a los que os persiguen y rezad por los que os odian.
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