Mensajes a los Hijos de la Renovación, EEUU
domingo, 16 de octubre de 2016
Capilla de la Adoración

Hola, queridísimo Jesús siempre presente en el Santísimo Sacramento. Creo en Ti, Te adoro, Te alabo y Te doy gracias, mi Dios y mi Rey. ¡Gracias por Tu presencia aquí, Jesús! Es bueno estar Contigo. Señor, te traigo a todos los de mi familia que están enfermos, especialmente a (nombres ocultos). Te pido por mis amigos que también están enfermos (nombres ocultos) y por todos los que están necesitados.
Señor, te pido también por la paz en mi corazón, en el corazón de los miembros de mi familia y por la paz en el mundo. Por nuestros obispos y sacerdotes, religiosos y misioneros y por su protección en estos tiempos turbulentos. Jesús, concédenos Tu paz; concédenos gracias para la conversión y para la efusión de Tu Espíritu Santo.
Rezo para que las obras necesarias en (lugar no revelado) sean aprobadas y podamos empezar a construir y trasladarnos allí. Por favor, Jesús, lleva a término esta obra si es Tu santa Voluntad y Tu momento. Tú sabes lo que necesitamos, Jesús, y lo que es mejor para nosotros. ¡Gracias por Tu bondad y Tu misericordia!
«Hija mía, me complace que hoy te hayas decidido por Mí y por estar conmigo en Mi presencia eucarística».
Jesús, estoy muy preocupada por nuestro país y por el estado de las almas aquí y en el mundo. Ayúdanos, Jesús. Ayúdanos a abrirte nuestros corazones, a arrepentirnos y a convertirnos.
«Hija mía, las almas se están convirtiendo gracias a las gracias derramadas de las manos de Mi Santísima Madre María. Se necesitan más oraciones de Nuestros hijos. El mundo está en peligro debido a la maldad en los corazones de muchos que siguen a Mi adversario. Tenéis razón en preocuparos. Rezad y ayunad. Frecuentad los Sacramentos. Animo a Mis hijos a aprovechar el año concedido por Mi Hijo. Este Año de la Misericordia es una gran gracia concedida al mundo por Dios Padre. No desperdiciéis este tiempo de gracia, sino frecuentad los Sacramentos y entrad por las Puertas Santas designadas durante este Año de la Misericordia. Pronto llegará a su fin, hijos míos. Aprovechad el tiempo que queda de este Año de la Misericordia. Llamo a Mis Hijos de la Luz a difundir esta gran gracia que Mi Padre está dando al mundo a través de Mi Santísima Madre María y a través del Papa Francisco, Mi hijo. Llamo a todos a la conversión y a la paz. Elegid la vida, hijos míos. Elegid la vida del Cielo para vuestras almas. El momento de elegir es ahora, mientras habitáis en esta tierra, pues más tarde, cuando haya terminado el tiempo de vuestra peregrinación terrena, será demasiado tarde. Rezad más, hijos Míos. Yo os guiaré y dirigiré a través de vuestras oraciones. Escuchadme. Amadme. Yo no os abandonaré, pero vosotros no debéis abandonarme a Mí, hijitos Míos. Estad alerta. Estad atentos. Permaneced en guardia porque, en verdad, éstos son tiempos peligrosos y, sin embargo, a través de la oración, conoceréis la alegría y la paz.»
«Hijos míos, no parece posible experimentar alegría en vuestras almas cuando vivís en tiempos de oscuridad, pero es posible en la vida de fe. La vida de fe y oración trae alegría a pesar de la condición mundana y os imploro que lleguéis a conocerme de una manera más íntima a través de la oración para que pueda llenaros de Mi paz, Mi amor y Mi alegría. De este modo, contrastaréis con las almas mundanas que querrán conoceros y, al hacerlo, aprenderán de Mí. Difundid Mi amor, hijitos, por todos los rincones oscuros del mundo. Empezad por amar a vuestras familias. Empezad por tener paz y alegría sin importar las circunstancias. Desde vuestras familias difundiréis el amor, la paz, la alegría y la misericordia a los demás y así sucesivamente hasta que haya rayos de luz, luz espiritual iluminando la oscuridad. Hijos míos, debéis ser cristianos alegres o no transmitiréis el Evangelio con verdad y amor. ¿Cómo podéis llevar Mi amor al mundo, si estáis tristes y consumidos por la preocupación? ¿Cómo podéis ser testigos de Mi misericordia cuando juzgáis a los demás y los criticáis? No, hijos Míos, esto no es lo que Yo, vuestro Jesús, quiero de Mis hijos. Esto no atrae a las almas, sino que las aleja de la luz. En lugar de eso, sed un signo de contradicción. Sed un signo de esperanza. Anima a los abatidos. Sé una luz. Difunde Mi alegría, Mi paz, Mi misericordia a los que te rodean para que conozcan el amor de Dios. Si no te sientes alegre, es porque te estás centrando en las cosas equivocadas. Céntrate en Mí, en Mis hijos y en todo lo que he hecho por vosotros. Tienes problemas, es cierto. Es imposible escapar de los problemas en este mundo caído, pero entregádmelo todo a Mí, Mis pequeños, porque Yo me ocuparé de todo. Cuando queráis resolver todos vuestros problemas, Yo no interfiero. Recordad que el don de Dios a la humanidad es el libre albedrío, para que podáis amar a Dios libremente. Por tanto, ejerce tu libre albedrío confiando en Mí para todas las cosas y Yo resolveré tus problemas a su debido tiempo. Si, por el contrario, te aferras a cada problema, rechazando Mi ayuda u ordenando Mi Voluntad de la forma que deseas, estoy actuando bajo las limitaciones del hombre. Esto no servirá a Mis hijos. Muchos de vosotros lleváis grandes cargas que os obstináis en llevar y os negáis a entregarme. Rezar sobre ellas, es bueno, pero se requiere más. Debéis rezar, pero luego también debéis confiar en Mí para resolver cada problema como Yo considere oportuno, pues sé lo que es mejor. Quiero lo mejor para todas y cada una de las almas. También quiero que aprendas a confiar en tu Jesús. Hasta que no empieces a confiar en Mí y a entregarme tus problemas, no podré ayudarte, debido al funcionamiento de tu libre albedrío. Cuanta más confianza tengáis en vuestra alma, más podré trabajar en vuestras vidas y en las vidas de los que amáis. Estoy preparado y esperando, queridos hijos. Entregadme vuestras cargas y confiad en Mí para resolver los problemas y preocupaciones de vuestros corazones. Yo soy vuestro Salvador. Morí para que fuerais libres. Los pecados que habéis cometido tienen consecuencias tanto en esta vida como después de la muerte, así que aprended ahora a vivir la vida de la gracia con la confesión frecuente y la recepción de Mí en la Sagrada Comunión.»
«Aprovechad este Año de la Misericordia y cada ocasión de misericordia (Domingo de la Divina Misericordia, confesión, etc.) y mostrad Mi misericordia a los demás. Debéis perdonaros unos a otros y dejar de juzgar y criticar. Difundid el perdón y la alegría. Pasad por alto los defectos de los demás. Vivid el Evangelio, hijos míos. Hace tiempo que es necesario. El mundo corre un gran peligro y las almas están en juego. Debéis vivir vidas de santidad y amor para que otros lleguen a conocerme a través de vosotros. Estoy haciendo más en esta época que en todas las demás, salvo Mi vida, muerte y resurrección. Todo el Cielo está haciendo su parte mediante oraciones de intercesión. Mi Santa Madre María os trae las palabras de Dios, personalmente a través del manantial de gracia que fluye de Medjugorje. Ahora, es el momento de que Nuestros hijos tomen en serio la llamada del Cielo y trabajen por las almas de vuestros hermanos y hermanas que están en grave peligro. Os imploro que dejéis a un lado todo lo que es de esta época y de este mundo y viváis para el Cielo ahora, mientras vivís en la tierra. Suscitaré santos en esta época como nunca antes, si hacéis lo que os pido».
«Hijos míos, es como si estuvierais en un equipo y en doble prórroga con el marcador empatado. Sólo os quedan unos minutos y todos estáis cansados. La victoria es para los que están concentrados y desean ganar sin tener en cuenta lo cansados que están. La victoria es para el equipo que juega para ganar, pero no intenta conseguir la gloria para sí mismo. La victoria es para el equipo que juega sin egoísmo, porque está centrado en ganar como equipo y no en obtener reconocimiento como individuo. El equipo que pierde, empieza a centrarse en sus músculos cansados y doloridos y en lo que harán después del partido. Piensan en los sacrificios que han hecho para llegar hasta aquí y se preguntan si ha merecido la pena. Se distraen y empiezan a perder su «ventaja». El equipo que está centrado y motivado gana la ventaja en este momento y avanza hacia la victoria. Veréis, hijos Míos, estáis cansados, pero no debéis centraros en vuestro cansancio. Sólo debéis centraros en Mí. Yo os llevaré, pero os estáis distrayendo con el materialismo, con los deportes, con el entretenimiento, pues estas cosas os apartan de vuestros problemas durante un tiempo. Reconocedlo, hijos míos. Cuando os centráis en las cosas de este mundo, el enemigo que compite por vuestras almas, cobra impulso y se aprovecha de vosotros. Estáis desprotegidos, apartados de Mí. Debéis alejaros de las cosas de este mundo que os distraen. Estos tiempos no se parecen a ningún otro y quiero decir que no se parecen a ningún otro tiempo de la historia de la humanidad. Cuento con vosotros, Mis Hijos de la Luz, para que seáis conscientes de la gravedad de la batalla. No hay tiempo para relajarse y tomarse vacaciones de vuestros deberes y de vuestra oración. Hacerlo es como deponer las armas, justo cuando el enemigo está atacando. No lo hagáis, hijos míos. Levantad las armas y no las bajéis. Sed gente de oración, gente del rosario. Sed pueblo de Dios. Igual que Moisés tuvo que mantener las manos en alto para vencer a los amelikitas, así Mi pueblo debe seguir rezando el rosario a diario, frecuentando la Misa y los Sacramentos, leyendo la Sagrada Escritura y viviendo el Evangelio. Éstas son, hijos míos, vuestras armas espirituales para vencer al mal. No os canséis en el fragor de la batalla y deponed las armas. Ésta es una llamada a volver a comprometeros y a manteneros comprometidos. Si supierais la batalla espiritual que se libra a vuestro alrededor y alrededor de toda la tierra, no haríais otra cosa que vuestros deberes cotidianos, dedicar tiempo a la oración, ayudar al prójimo e ir a la santa Misa. Hijos míos, no comprendéis el tiempo peligroso que estáis viviendo, pero tomad Mi palabra y creed. Las almas están en juego, hijos Míos, y una vez que se pierden, se pierden para siempre. Cooperad conmigo. Cooperad con Mi Madre. Están en juego las almas de vuestros hermanos y hermanas, hijas e hijos, madres y padres. Vuestras oraciones, vuestras vidas santas, marcan la diferencia».
Gracias, Jesús. Ayúdanos a hacer lo que Tú dices, Jesús, para que Tu plan se realice pronto y se haga Tu Voluntad en la tierra como en el Cielo. Danos las gracias que necesitamos para hacer Tu santa Voluntad.
Señor, por favor, protege a los niños pequeños que están desprotegidos por sus padres. Señor, ¿cómo podemos ayudarles, si no sabemos quiénes son ni dónde están? Jesús, me duele el corazón por los pequeños que son maltratados, abandonados, de los que se aprovechan y que tienen miedo todos y cada uno de los días de sus pequeñas vidas. Jesús, ¿cómo vamos a ayudarles? ¿Qué debemos hacer?
«Reza por ellos, hija mía. Reza por ellos. Ámalos. Ayuna por ellos. Te revelaré lo que tú y Mi hijo, (nombre oculto) debéis hacer. Os mostraré el camino. Ellos, los hijos que he designado para ser ayudados por ti, te encontrarán. Tú los encontrarás, pero primero debes centrarte en rezar por ellos. Entonces Yo trabajaré a través de las circunstancias de vuestras vidas y las suyas y os reuniré. Los acogeréis en vuestros corazones y en vuestros hogares. Todo llegará a buen puerto, hija Mía. Confiad en Mí y preparaos profundizando en la oración y en la vida sacramental, pues vuestras almas necesitan estar preparadas para esta importante obra, para amar plenamente y estar dispuestas a hacer los sacrificios que se derivarán de amarme y seguirme. Todavía no es el momento, hijos Míos, pero pronto llegará el momento. Preparaos, pero también vivid con alegría. Debéis aprender a vivir en la alegría, porque el amor y la alegría son el bálsamo para las almas heridas que viven vidas de miedo, en medio del odio y el abuso. El amor, la alegría, la paz y la misericordia deben reinar en vuestros corazones y debéis aprender a vivir esto ahora, mientras sea más fácil hacerlo. De este modo, la alegría y el amor de Dios echarán raíces en vuestras almas y crecerán y florecerán en el tiempo señalado. ¿Lo entendéis, Mi (nombre oculto) y Mi (nombre oculto)? Vivid la alegría, la paz y el amor ahora. Vivid la misericordia ahora. El momento de empezar es ahora».
Sí, Jesús. Gracias, Jesús. Te alabamos, Jesús. Ayúdanos a abrazar Tu palabra y a abrir nuestros corazones a las gracias para amar heroicamente. Danos Tu gracia, Jesús para hacer todo lo que Tú nos pidas para que seamos Tus instrumentos de amor. Te amo, Jesús. Ayúdame a amarte más.
«Gracias, hija Mía. Todo se hará, según Mi Voluntad. Gracias por tu 'sí' al plan de Mi Padre. Aférrate a Mi Santísima Madre María, pues Ella te guiará en el camino a seguir. Ella os mantendrá al compás de Mi plan. Confiad también en Ella, hijos Míos. Ella es María Purísima. Ella es también vuestra Madre y quiero que todos Mis hijos abracen a Mi Santa Madre María. Ella os enseñará y aprenderéis rápidamente en la escuela del amor con Mi Madre como maestra. Estad en paz, hijos Míos. Vivid apartados de este mundo para que las manchas de esta cultura desobediente no empañen vuestros corazones y vuestras almas. Apartaos del mal y de toda forma de vicio. Permaneced firmes en vuestra fe y, con vuestra vida de oración, alimentad el amor que se os ha dado hasta que desborde vuestros pequeños corazones y se derrame por el mundo, tocando vidas y corazones necesitados de Mi amor. Seguidme, hijos Míos. Seguidme».
Gracias, Señor Jesús. Te alabamos. Ayúdanos, Jesús a hacer y a ser lo que Tú quieres. Bendita Madre, toma nuestros corazones manchados de pecado, egoísmo y orgullo y danos Tu Corazón puro e Inmaculado que está lleno de amor por todos. Danos Tu corazón. Transforma nuestros corazones en Tu corazón. Danos Tu sabiduría maternal y Tu misericordia. Ayúdanos a tener alegría como Jesús fue Tu causa de alegría. Ayúdanos a ser como niños pequeños, llenos de amor, confianza, paz y alegría. Condúcenos a la plena comunión con Tu Hijo, Santa María. Gracias, Madre, por amarnos y por no cansarte nunca en Tu amor por nosotros. Gracias por interceder ante el trono de Dios por todas y cada una de las personas de este mundo, pues todos son Tus hijos. Gracias porque, independientemente de lo que hayamos hecho, Tú nos amas y nos perdonas como Jesús ama y perdona, pues Tú eres Su Madre, la primera y más perfecta discípula que entregó Su vida para traer al Salvador del mundo al hombre caído. Gracias por Tu «sí», Santa María Madre de Dios, Madre de nuestro Redentor, Madre de Misericordia, Reina de la Paz. Te amo, queridísima Madre María. Ayúdame a amarte más para que ame más a Tu Hijo, enséñame también Tus caminos. Bendita Madre. Enséñame el amor y la sabiduría de Tu Hijo. Acompáñame, querida Madre, en mi día a día, conduciéndome, guiándome, corrigiéndome y enseñándome. Dame todas las gracias necesarias para ser una buena seguidora e hija de nuestro Señor.
Jesús, gracias por Tus palabras y por Tu guía. Te amo, mi Señor y mi Dios, mi Todo.
«Yo también te amo, hija mía. Vete ahora en paz. Te bendigo en nombre de Mi Padre, en Mi nombre y en nombre de Mi Espíritu Santo. Sé amor. Sé alegría. Sé misericordia. Sé paz. Llevad Mi amor a todos los que encontréis. Yo estoy contigo».
Gracias, Señor Dios. ¡Amén! ¡Aleluya!
Origen: ➥ www.childrenoftherenewal.com
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