Mensajes a Ana en Mellatz/Goettingen, Alemania
domingo, 18 de septiembre de 2016
Domingo 18 después de Pentecostés.
El Padre Celestial habla después de la Santa Misa Sacrificial Tridentina según Pío V. a través de Su instrumento e hija Ana, dispuesta, obediente y humilde.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo Amén. Hoy, 18 de septiembre de 2016, XVIII Domingo después de Pentecostés, hemos celebrado con toda reverencia la Santa Misa de Sacrificio en el Rito Tridentino según Pío V. Ambos altares, el del Sacrificio y el de María, estaban bañados por una luz dorada y resplandeciente.
El Padre Celestial hablará hoy: Yo, el Padre Celestial, hablo ahora y en este momento, a través de Mi dispuesta, obediente y humilde instrumento e hija Ana, que está enteramente en Mi Voluntad y repite sólo palabras que vienen de Mí.
Amado pequeño rebaño, amados seguidores y amados peregrinos de cerca y de lejos. Hoy habéis celebrado el domingo. El domingo es un día especial, un día festivo.
Por desgracia, muchas personas hoy en día ya no son conscientes de que cometen un grave pecado cuando dejan de santificar el domingo en una Santa Misa Sacrificial. Persiguen sus placeres cotidianos y no sienten que el domingo sea el día del Señor. Los sacerdotes actuales ya no les enseñan que cometen un pecado grave si no participan en una Santa Misa de Sacrificio ese día. Puedes programar este día como quieras.
Pero no puede seguir así, porque no corresponde a la verdad. Jesucristo en la Trinidad ha establecido este domingo como día de descanso para nosotros los humanos. Quiero que todos toméis conciencia de lo que significa este día. Debéis honrar al Dios Trino y ponerlo en primer lugar. Ese día no haréis ningún trabajo duro. Podéis hacer las tareas cotidianas que surjan, pero nada más.
Mucha gente no se da cuenta de que el domingo es un día sagrado.
Así que deseo de todos vosotros que volváis a ser conscientes de que el domingo es un día de descanso para todos vosotros. Rezar, sacrificaros y expiaros, ése es vuestro objetivo en este día.
Así os bendigo hoy en la Trinidad con todos los ángeles y santos, especialmente con vuestra queridísima Madre Celestial y Reina de la Victoria, la Reina Rosa de Heroldsbach, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Alabado y glorificado sea sin fin, Jesucristo en el Santísimo Sacramento del Altar. Amén.
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